jueves, 18 de agosto de 2016

Atención Plena en la comida

En nuestra cultura occidental, y muy en especial en los países anglosajones, la comida ha pasado a ser un mal necesario, una necesidad con vocecita chillona a la que hay que atender inmediatamente y de cualquier manera. La sobrevaloración del trabajo y del tiempo de ocio, entendido como no hacer nada o dejarse abducir por la tv, el móvil, la tablet y las redes sociales, han dejado en un plano muy alejado del prioritario atender a la comida, a como, cuando y cuanto se come. En los países mediterráneos combinamos esa relación con la comida con la que tiene connotaciones sociales. Aunque siempre es preferible reunirse en torno a un “plato de madre” que irse a una hamburguesería multinacional, la relación con la comida no termina de ser plenamente sana porque los alimentos no ocupan el primer plano de nuestra atención cuando estamos comiendo. En una sociedad en la que puedes encontrar decenas de marcas del mismo producto alimentario y en donde una buena parte de la comida se compra en supermercados, debidamente procesada o envasada, se pierden las referencias de todos los factores implicados en que podamos llevarnos un alimento a la boca.

En las sociedades orientales la comida tiene un valor sagrado. Incluso cuando no se tiene mucho tiempo para comer, o en culturas veneradoras del trabajo como puede parecer la japonesa, este aspecto de la vida no se descuida. En países como India constituye un verdadero objeto de veneración. La comida india no la puede preparar cualquiera, es un verdadero arte y existe toda una red de reparto de almuerzos de los hogares a los centros de trabajo de una precisión asombrosa y digna de un estudio sociológico en toda regla.

La comida no es un mal necesario, aunque sí una necesidad. No es un objeto de deleite, aunque se puede disfrutar mucho comiendo. La comida es un bien universal, es un objeto de atención y de gratitud hacia todos los que intervinieron en el proceso de facilitarnos el alimento. La comida nos relaciona con el resto del mundo y pone de manifiesto que no seríamos nada sin la existencia de otros seres, de los que nos estamos comiendo y de los que cultivan, nutren, transportan y finalmente venden la comida en un lugar donde podamos adquirirla limpia, controlada y lista para ser preparada o cocinada. Es una expresión muy elocuente de la interdependencia.

En Japón antes de empezar a comer se dice itadakimasu que algunas fuentes interpretan como “qué aproveche”. No tiene nada que ver con esa expresión del castellano. Indica gratitud hacia todo y todos los que han hecho posible que tengamos un plato en la mesa. Este simple reconocimiento puede cambiar nuestra relación con la comida espectacularmente, haciéndonos más conscientes, más agradecidos y más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Poner atención a lo que comemos es un acto de amor, respeto y solidaridad. Millones de toneladas de alimentos se podrían aprovechar y distribuir mejor si prestásemos más atención a la cantidad y calidad de alimento que necesitamos.

Puede que revertir la desigualdad alimentaria y salvar el Planeta esté mucho más cerca de lo que pensamos, quizás en el interior de nuestra nevera.