viernes, 14 de julio de 2017

DE BENEFICIOS Y OBJETIVOS

Dando una simple vuelta por internet y por las redes sociales, se pueden leer todo tipo de artículos incitándonos a adoptar tal o cual postura, a realizar tal o cual ejercicio físico, a cultivar nuestra mente y espíritu de tal o cual manera. Los reclamos suelen ser los beneficios que ello aporta: los beneficios para las mujeres de tener amigas, los beneficios de leer al menos cuatro libros al mes, los beneficios de no hacer nada, los beneficios de la meditación, del yoga, del mindfulness, los beneficios de contemplar el mar, los beneficios del silencio, los beneficios de comer conscientemente, etc. Nunca hemos oído hablar tanto de beneficios como ahora.


Es natural que tengamos una motivación para iniciar una actividad, realizar un cambio o aprender algo nuevo, pero estamos dejando a un lado la naturalidad y la espontaneidad, el simple placer de “probar”, la guía de la intuición, y estamos tratando a la propia vida como si fuera una empresa, con dos premisas indiscutibles: cumplir objetivos y obtener beneficios.

En definitiva, siempre nos preguntamos para qué y no por qué hacemos las cosas. Esta desviación utilitarista dice mucho de esta sociedad en la que todo es consumible, comercializable, práctico y facilón. Sugerir siquiera un esfuerzo para adentrarse en un nuevo proyecto sin la certidumbre de la obtención de beneficios y el cumplimiento de metas es una causa casi perdida. No  nos damos cuenta de que hay una gran libertad en adentrarse en un camino sin expectativas, sin proyectos, sin plazos, sin esperar resultados, dejando que lo que estemos haciendo penetre poco a poco en nosotros, rindiéndonos, abandonándonos, soltando el aferramiento a los beneficios, o como se dice en el zen japonés, mushotoku (sin nada que obtener).

Esta premisa, este espíritu es válido para todos los aspectos de nuestra vida: para las relaciones con los demás, para el emprendimiento de una carrera profesional o para adentrarse en una vía de desarrollo espiritual.

Con esto no queremos decir que no nos tracemos objetivos. Evidentemente si queremos emprender ciertas cosas, necesitamos realizar un plan. Si quiero poner una clínica de fisioterapia, antes tengo que hacer una carrera muy exigente y necesito medios económicos y tiempo para realizarla, planificar estudio y práctica y seguir un plan académico primero y empresarial después. Pero para tener amigas no necesitamos ningún plan ni ningún beneficio. Son cosas que surgen, podemos disfrutar de su amistad, un día puede haber un distanciamiento, e, incluso, podemos perder totalmente el contacto con alguna de ellas. Para meditar o practicar mindfulness o yoga tampoco. Es más, es mejor que no tengamos ninguno. Es mejor dejarse sorprender. Por una vez, es mejor no tener prisa. Es bueno que unas veces tengamos una sesión gratificante y la siguiente vez nuestra meditación sea un infierno. Estaría muy bien aceptar la incertidumbre y abrirse a la experiencia sin intentar controlarla ni sacarle partido.

No hagamos de nuestra vida una cuenta de resultados.

Para terminar una cita de Marco Aurelio, el emperador filósofo (121 a 180 d. C)


“Debemos hacer el bien a los demás tan naturalmente como un caballo corre, o una abeja hace miel, o una vid llena de uvas temporada tras temporada sin pensar en las uvas que haya tenido.”