En
1979 el grupo británico The Real Thing, muy fan de la Guerra de las Galaxias,
nos preguntaba que si podíamos sentir la Fuerza (Can You Feel The Force, 1979).
En épocas de crisis, cuando todo se
viene abajo, tras una fuerte decepción o en situaciones de estrés continuadas,
es fácil caer en la desesperanza y desvitalizarse, es fácil dejar de sentir la
Fuerza, dejar de sentir y de percibir el lado luminoso de la vida. En estos
momentos de convulsión en los que, además de los acontecimientos perturbadores
de la propia vida, vivimos en un mundo cada vez más estresante, más globalizado
para bien y para mal, en el que se nos exige un esfuerzo de adaptación y
respuesta sobrehumano, podemos rendirnos extasiados por tanta violencia, tanta exigencia
y tanta mala noticia. Volver a sentir fortaleza, energía y recuperar el control
que nos sea posible sobre la situación que estamos viviendo puede ser accesible
para nosotros con una sencilla hoja de ruta:
Primer paso: Aceptar
Lo
primero que hay que decir es que aceptar no es resignarse y pondré un ejemplo
muy sencillo. Imaginemos que nuestro puesto de trabajo está en peligro. No
aceptarlo sería no querer reconocer esta realidad. Aceptarlo es reconocerlo,
eso nos da espacio para el análisis de la situación y poder actuar en
consecuencia. Resignarse sería adoptar una actitud pasiva y dejar que los demás
decidieran sin que tomáramos ninguna medida al respecto.
Lo
segundo es que la aceptación se da a dos niveles:
Aceptar los hechos objetivos.
Reconocer lo que nos esté pasando a nivel externo: que nuestra relación de
pareja hace aguas; que nuestro amigo del alma no quiere tener contacto con
nosotros; que nuestro hijo anda metido en problemas; que nuestro puesto de
trabajo corre peligro; que ese amigo tuyo que recomendaste para un puesto en tu
empresa, ahora está compitiendo contigo de muy malas maneras; que la situación
política de nuestro país nos perjudica seriamente; que somos víctimas de
maltrato en el ámbito familiar; que tenemos un problema con el alcohol, las
drogas o cualquier otra adicción. Estas situaciones por las que pasan millones
de personas, son muy difíciles de reconocer, al menos en un primer momento, y
la resistencia a que las cosas sean como verdaderamente son no hace más que
bloquearnos y aumentar nuestro sufrimiento porque recibimos continuamente la
bofetada de la realidad que cada vez es más fuerte por negarnos a verla y
escucharla.
Aceptar el impacto psicológico y
emocional de esta situación en nosotros. De nada sirve hacernos los suecos
o los fuertes cuando realmente estamos muy afectados por lo que está
ocurriendo. Frases del estilo de “yo puedo con todo esto y más” lo único que
revelan es un nivel elevado de autoexigencia y falta de humanidad y compasión
para con nosotros mismos. Reconocer “estoy sufriendo”, “lo estoy pasando mal”,
“tengo mucho estrés”, “me está afectando psicológicamente” es un paso
fundamental para trascender los efectos de lo que esté ocurriendo. Nadie nos ha
enseñado a gestionar bien las dificultades, en especial cuando nos vienen en
masa.
Segundo paso: Observar
Parase, ver,
sentir, oír. La observación se da en tres niveles:
Observar nuestras
sensaciones. La primera información de que algo nos está afectando
suele darla el cuerpo. Una vez que hemos reconocido lo que nos pasa y que lo
estamos pasando mal, es bueno parar un minuto, dos, cinco y observar cómo está
nuestro cuerpo, si sentimos malestar y si podemos identificar ese malestar con
la situación que estamos viviendo. Tomar contacto con el cuerpo supone un
alivio inmediato de nuestras obsesiones y compulsiones. Generalmente es un
exceso de pensamiento el que produce un sufrimiento añadido al dolor que nos produce
una situación.
Observar nuestras
emociones. De nuevo parar, detectar que existe una emoción y
tratar de etiquetarla lo más precisamente posible: rencor, celos, ira, rabia,
tristeza, angustia, preocupación, una mezcla de todas ellas. Intentar
localizarla en el cuerpo. Si estás furibundo, lo más probable es que tus brazos
estén como piedras. Si no puedes manifestar abiertamente tu enfado quizás tus
mandíbulas estén tan tensas que corras el riesgo de fundir tus molares
superiores e inferiores. No te enganches a la emoción pero no la reprimas, deja
que se manifieste. Te sorprenderá ver, que, poco a poco, se va desactivando.
Observar nuestros pensamientos: ¿Te has fijado
en ellos? Trata de verlos desde una postura desapegada, como si no fueran
contigo ¿Qué patrón siguen? ¿Cómo se enlazan unos con otros? Cuando estamos
expuestos a un suceso perturbador, la primera reacción de dolor, de sufrimiento
(llamado sufrimiento primario) es casi biológica. Notamos esa punzada en el
estómago, esa tensión en los músculos. Lo que sigue después, suele ser una
rumiación de ese acontecimiento y la anticipación de todas las consecuencias
que éste pueda acarrear. En definitiva, es un sufrimiento secundario que se
puede trascender. Podemos, observando nuestros pensamientos, caer en la cuenta
de que nos estamos preocupando por acontecimientos que aún no han sucedido, y,
lo que es peor, es probable que nunca sucedan. O quizás podemos observar que
estamos alimentando nuestra ira encadenando este acontecimiento a otros
parecidos que tuvieron lugar en otro momento. La observación de lo que nos pasa
por la cabeza y el influjo que ello tiene en nuestras emociones y estado de
ánimo, es fundamental para poder gestionar bien a nivel psicológico y emocional
todo lo que nos está pasando. Si no sabemos cómo funciona algo, no podemos
repararlo.
Tercer paso: Actuar.
Ya tenemos toda la
información que nos hace falta sobre lo que está pasando y cómo nos afecta. Es
el momento de informarse, agruparse, buscar ayuda, alejarse, involucrarse,
denunciar, hablar, acudir a un profesional, buscar recursos materiales,
enfrentarse, huir, asociarse, hablar, reclamar, hablar más alto por si no nos
han oído, compartir nuestra experiencia con otras personas que estén en nuestra
situación, emigrar, escribir, crear, fundar una asociación, investigar,
organizarse, organizar a otros, etc. Como podemos ver, las opciones son muchas
y, depende de cada uno, de su personalidad y de sus circunstancias vitales y
personales tomar una u otra.
No hay nada que interese más al poder, al poder que se alimenta de la subyugación de otros, ese poder que
puede ser ejercido por una persona, una organización, un país o un grupo de
países, que un conjunto de personas deprimidas, pasivas y desmoralizadas. La
energía y la alegría son una forma de resistencia en los momentos de crisis,
vengan estas de donde vengan, y, por sí mismas, combaten el objetivo de todos
aquellos que quieren vernos con miedo y con angustia para sentirse poderosos.
¿Y ahora? ¿Puedes
sentir la Fuerza?
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