Queridos Reyes Magos,
Empezaré por contar lo que no quiero:
No quiero chucherías,
véase, teléfonos móviles última generación, tablets supermodernas, robots de
cocina, aspiradoras redondas que parecen androides y demás artilugios que,
aunque se diseñaron para hacernos la vida más cómoda, ocupan demasiado espacio
y tiempo.
No quiero ropa que no
me vaya a poner más de una o dos veces en un año.
No quiero objetos
decorativos que terminen en una caja en el trastero.
No quiero cosméticos
cuya pretensión es que sea quien no soy, que tenga una edad o un físico que no
tengo.
No quiero joyas
valiosas que no pueda lucir por miedo a que alguien me las arrebate y que no
pueda guardar en casa por miedo a que alguien invada mi espacio personal para
sustraerlas.
No quiero hoteles de
lujo para una noche (o dos) mientras no pueda disfrutar de las noches de todos
los días, mientras no tenga tiempo más que para trabajar, producir y consumir.
No quiero viajes a
Tailandia ni a Japón ni a Canadá cuando el viaje principal, que es la vida, trascurre
sin que sea mínimamente consciente de ello.
No quiero perfumes, no
soy una flor, soy un ser humano.
No quiero bets
sellers, ni videojuegos, ni suscripciones a canales de televisión. No quiero distraerme,
ya estamos muy distraídos, quiero concentrarme.
Sin embargo quiero:
Estar presente, vivir,
no pensar la vida.
Tener energía
suficiente para llevar a cabo mis proyectos.
Tener entereza y
resiliencia para aceptar que no todos los proyectos se pueden llevar a cabo.
Aceptar de buen grado
la realidad aunque duela y aprender de ella.
Tener entusiasmo para
fundirme en el devenir de la vida.
Ser generosa ya que
nada me pertenece.
Ser consciente de mis
actos pues tienen mucho más impacto del que creo.
Ser paciente cuando la
realidad no coincide con mis deseos.
Estar en paz conmigo
misma y con el mundo.
Tener discernimiento
suficiente como para saber qué hacer en cada momento.
Sin embargo, queridos
Reyes Magos, sé que lo que quiero no podéis traérmelo la noche del 5 al 6 de
enero. Sé que no se puede depositar en un par de zapatos bajo el árbol de
Navidad. Sé también que todo lo que quiero se consigue con entrenamiento y
paciencia y, sobre todo, con tiempo.
Así que, queridos
Reyes Magos, no me traigáis nada, ya me lo traigo yo con ayuda de quien me
quiera guiar en el camino. Espero que no trabajéis mucho, que cada vez lo
hagáis menos, que alguna vez no lo hagáis nada ya que nada material puede
satisfacer nuestros deseos más íntimos e importantes. Ningún juguete, en sí
mismo, nos hace felices. Os deseo una pronta y feliz jubilación y que
disfrutéis cuidando a vuestros camellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario