viernes, 10 de marzo de 2017

EL EGO ESPIRITUAL

Nadie está libre de egocentrismo. Tampoco los que seguimos una vía espiritual.
Nuestra autoimagen ilusoria nos persigue y se impone incluso en la ejecución de la práctica, en los actos que consideramos como más puros, en el objeto de nuestra atención o en la aplicación de las enseñanzas.

Quizás el ego espiritual sea el peor de todos porque parte de la base de que somos especiales por habernos entregado al cultivo del espíritu, al autoconocimiento, a la trascendencia.

Con frecuencia, los maestros insisten en la gran suerte que hemos tenido al encontrar el Dharma, la Fe, el camino, el Tao, la vía, la fuente o como se denomine a la práctica espiritual en cada una de las religiones, tradiciones o movimientos. Generalmente nuestro ego tiende a malinterpretar esta indicación y nos hace creer que somos seres especiales que poseemos el tesoro de las enseñanzas a las que otros no tienen acceso, como si, por añadidura, el simple hecho de oírlas nos fuera a infundir sabiduría. Partir de esta base es fomentar la división entre seres humanos, por un lado estamos los “elegidos” y por otro los “ignorantes”, ¡pobrecillos!

 Se da la aparente contradicción de que necesitamos un ego potente para entregarnos a la práctica. El deseo de ser felices, de estar mejor con nosotros mismos y con los demás, suele ser la motivación principal para iniciar la búsqueda espiritual. Generalmente elegimos, la tradición, el movimiento o el maestro de nuestra preferencia y en esta elección influyen, desde luego, criterios racionales pero también factores emocionales. No obstante, la práctica debería dar lugar a una actitud más abierta y más humilde. Entonces ¿cómo saber si nuestra práctica se está pervirtiendo? Dicho en otras palabras ¿cómo reconocer cuándo la vía espiritual la estamos utilizando para engordar el ego? Estas son tres preguntas clave que nos podemos hacer para chequear nuestra práctica:

¿Cuáles son nuestras verdaderas motivaciones? ¿Son las mismas que cuando empezamos? ¿Han cambiado? Si es así ¿en qué sentido han cambiado? Lo que nos mueve a la búsqueda suele ser el deseo de estar en paz, felices, si ahora, la motivación principal es socializar, evadirse, el apego a un instructor o maestro, el refuerzo de nuestras propias creencias, etc., quizás estamos tirando de la vía espiritual para reforzar nuestra propia autoimagen.

Si llevamos muchos meses, años, décadas en esta vía ¿Despreciamos a los recién llegados? ¿Nos dirigimos a ellos con paternalismo, desde la superioridad de nuestra supuesta sabiduría? Hay personas que no han tenido nunca contacto con una corriente espiritual y que, por intuición, educación, inteligencia emocional, o por convencimiento personal, tienen una sabiduría natural que les hace compasivos, atentos y de una ética intachable. Hay personas que no han superado sus aflicciones y viven un auténtico tormento interno tras veinte años de práctica. No hay ningún motivo para creerse superior a otra persona. No hay ninguna necesidad de operar desde una posición de superioridad, más bien, hay que acoger y acompañar a las personas recién llegadas tanto para ayudarles en lo que podamos, como para recibir lo que ellos pueden aportar.

¿Tenemos la necesidad imperiosa de que todo el mundo se entere de nuestras experiencias, conocimientos, conducta, etc. relacionados con la práctica? Entonces el ego nos está gobernando, nos está diciendo: “ya que estás haciendo un esfuerzo, por lo menos que se entere todo el mundo”. Está volcando en los demás la imagen que tenemos de nosotros mismos. Tiene necesidad de protagonismo. Hay apego a la fama y al reconocimiento.

Es interesante hacer esta evaluación con frecuencia, estar al acecho de nosotros mismos, en especial cuando hay cambios tanto en nuestra vida como en el caminos espiritual que hemos elegido.

Para terminar e ilustrar este artículo,  voy a recurrir a uno se los grandes sabios Chan. Estos son unos versos del Xìn Xîn Ming (traducido como Canto al Corazón de la Confianza) del tercer patriarca Chan Jianzhi Sengcan:

            La Vía Suprema no es difícil.
            Tan solo evita la atracción y el rechazo.

            Cuando no hay apego ni odio
            su naturaleza luminosa se manifiesta.

            Pero si se crea la menor diferencia,
            Un abismo separa el cielo de la tierra.