Nadie está libre de egocentrismo. Tampoco los que seguimos una vía
espiritual.
Nuestra autoimagen ilusoria nos persigue y se impone incluso en la
ejecución de la práctica, en los actos que consideramos como más puros, en el
objeto de nuestra atención o en la aplicación de las enseñanzas.
Quizás el ego espiritual sea el peor de todos porque parte de la base de
que somos especiales por habernos entregado al cultivo del espíritu, al
autoconocimiento, a la trascendencia.

Se da la aparente contradicción
de que necesitamos un ego potente para entregarnos a la práctica. El deseo de
ser felices, de estar mejor con nosotros mismos y con los demás, suele ser la
motivación principal para iniciar la búsqueda espiritual. Generalmente
elegimos, la tradición, el movimiento o el maestro de nuestra preferencia y en
esta elección influyen, desde luego, criterios racionales pero también factores
emocionales. No obstante, la práctica debería dar lugar a una actitud más
abierta y más humilde. Entonces ¿cómo saber si nuestra práctica se está
pervirtiendo? Dicho en otras palabras ¿cómo reconocer cuándo la vía espiritual
la estamos utilizando para engordar el ego? Estas son tres preguntas clave que
nos podemos hacer para chequear nuestra práctica:
¿Cuáles son nuestras verdaderas motivaciones? ¿Son las mismas que cuando
empezamos? ¿Han cambiado? Si es así ¿en qué sentido han cambiado? Lo que nos
mueve a la búsqueda suele ser el deseo de estar en paz, felices, si ahora, la
motivación principal es socializar, evadirse, el apego a un instructor o
maestro, el refuerzo de nuestras propias creencias, etc., quizás estamos
tirando de la vía espiritual para reforzar nuestra propia autoimagen.
Si llevamos muchos meses, años, décadas en esta vía ¿Despreciamos a los
recién llegados? ¿Nos dirigimos a ellos con paternalismo, desde la superioridad
de nuestra supuesta sabiduría? Hay personas que no han tenido nunca contacto
con una corriente espiritual y que, por intuición, educación, inteligencia
emocional, o por convencimiento personal, tienen una sabiduría natural que les
hace compasivos, atentos y de una ética intachable. Hay personas que no han
superado sus aflicciones y viven un auténtico tormento interno tras veinte años
de práctica. No hay ningún motivo para creerse superior a otra persona. No hay
ninguna necesidad de operar desde una posición de superioridad, más bien, hay
que acoger y acompañar a las personas recién llegadas tanto para ayudarles en
lo que podamos, como para recibir lo que ellos pueden aportar.
¿Tenemos la necesidad imperiosa de que todo el mundo se entere de nuestras
experiencias, conocimientos, conducta, etc. relacionados con la práctica?
Entonces el ego nos está gobernando, nos está diciendo: “ya que estás haciendo
un esfuerzo, por lo menos que se entere todo el mundo”. Está volcando en los
demás la imagen que tenemos de nosotros mismos. Tiene necesidad de protagonismo.
Hay apego a la fama y al reconocimiento.
Es interesante hacer esta evaluación con frecuencia, estar al acecho de
nosotros mismos, en especial cuando hay cambios tanto en nuestra vida como en
el caminos espiritual que hemos elegido.
Para terminar e ilustrar este artículo, voy a recurrir a uno se los grandes sabios
Chan. Estos son unos versos del Xìn Xîn Ming (traducido como Canto al Corazón
de la Confianza) del tercer patriarca Chan Jianzhi Sengcan:
La Vía Suprema no es
difícil.
Tan solo evita la
atracción y el rechazo.
Cuando no hay apego ni
odio
su naturaleza luminosa
se manifiesta.
Pero si se crea la
menor diferencia,
Un abismo separa el
cielo de la tierra.