Es cierto que hay circunstancias muy complicadas, que los
seres humanos no nos merecemos las guerras, los abusos, las vejaciones, las
humillaciones, la pobreza, etc. Es cierto que son el producto de un
desequilibrio, de actuaciones inconscientes y egoístas. Pasar por todas o
alguna de estas circunstancias nos puede descentrar, apartar del sentido de
pertenecer al género humano, cerrar y aislar en nuestro pequeño mundo. Yo no sé
cómo reaccionaría si tuviera que soportar las atrocidades de una guerra o un
campo de concentración, el abuso de ser presa de conciencia o de perderlo todo
de la noche a la mañana.
Pero, a lo largo de una vida “normal” en la que no hemos
tenido que sufrir ninguna de las anteriores circunstancias, pasamos temporadas
de abatimiento y frustración que derivan en una rabia contenida fruto de
habernos formado una ilusión, habernos creado una expectativa y no haber tenido
en cuenta que la vida es muy rica en posibilidades, tiene una oferta
variadísima de soluciones a nuestros problemas y nos lleva por derroteros
distintos a nuestra intención y, a veces, para bien, aunque no seamos capaces
de verlo metidos en el vórtice del huracán. La desilusión se apodera de
nosotros y nos hunde en un estado de ánimo distímico y ansioso fruto de la
rabia que nace de la frustración. En realidad no nos comportamos de una manera
muy distinta a como lo hace un bebé cuando hace pucheros porque ha roto su
juguete a base de darle cachiporrazos.
Quizás si cambiamos de perspectiva podamos desarrollar una
visión distinta de la “suerte” que tenemos. Imaginemos cuantos cientos de
millones de espermatozoides generó nuestro padre y cuantos cientos de óvulos
nuestra madre. Y aquí estamos nosotros fruto de una lotería, la más difícil de
ganar. ¿Cuántas combinaciones posibles saldrían de la probabilidad de engendrar
teniendo en cuenta cada uno de los espermatozoides con cada uno de los óvulos?
¿Cientos de billones? Es más ¿Y si nuestros padres no se hubieran conocido
nunca? ¿O no hubieran decidido unirse? Y así con nuestros abuelos, bisabuelos,
tatarabuelos, etc. El hecho de experimentar la vida es algo extraordinario por
ley de probabilidades. El hecho de ser un ser humano, todavía más. ¿Cuántos
millones de especies vegetales hay? ¿Cuántas cabezas de ganado en el mundo?
¿Cuántos insectos? Y sin embargo tú y yo y él y aquel somos seres humanos. ¿Nos
podemos hacer realmente una idea de lo excepcional que es eso? La suerte está
echada y a ti, lector de este artículo y a mí escritora nos ha tocado el gordo
de la lotería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario