sábado, 28 de mayo de 2016

Tener o no tener suerte

Habitualmente solemos expresar la frustración y la diferencia entre nuestras expectativas y la realidad con esta expresión “no tengo suerte”. Quizás no nos hemos parado a pensar de qué manera hemos llegado hasta aquí.
Es cierto que hay circunstancias muy complicadas, que los seres humanos no nos merecemos las guerras, los abusos, las vejaciones, las humillaciones, la pobreza, etc. Es cierto que son el producto de un desequilibrio, de actuaciones inconscientes y egoístas. Pasar por todas o alguna de estas circunstancias nos puede descentrar, apartar del sentido de pertenecer al género humano, cerrar y aislar en nuestro pequeño mundo. Yo no sé cómo reaccionaría si tuviera que soportar las atrocidades de una guerra o un campo de concentración, el abuso de ser presa de conciencia o de perderlo todo de la noche a la mañana.
Pero, a lo largo de una vida “normal” en la que no hemos tenido que sufrir ninguna de las anteriores circunstancias, pasamos temporadas de abatimiento y frustración que derivan en una rabia contenida fruto de habernos formado una ilusión, habernos creado una expectativa y no haber tenido en cuenta que la vida es muy rica en posibilidades, tiene una oferta variadísima de soluciones a nuestros problemas y nos lleva por derroteros distintos a nuestra intención y, a veces, para bien, aunque no seamos capaces de verlo metidos en el vórtice del huracán. La desilusión se apodera de nosotros y nos hunde en un estado de ánimo distímico y ansioso fruto de la rabia que nace de la frustración. En realidad no nos comportamos de una manera muy distinta a como lo hace un bebé cuando hace pucheros porque ha roto su juguete a base de darle cachiporrazos.

Quizás si cambiamos de perspectiva podamos desarrollar una visión distinta de la “suerte” que tenemos. Imaginemos cuantos cientos de millones de espermatozoides generó nuestro padre y cuantos cientos de óvulos nuestra madre. Y aquí estamos nosotros fruto de una lotería, la más difícil de ganar. ¿Cuántas combinaciones posibles saldrían de la probabilidad de engendrar teniendo en cuenta cada uno de los espermatozoides con cada uno de los óvulos? ¿Cientos de billones? Es más ¿Y si nuestros padres no se hubieran conocido nunca? ¿O no hubieran decidido unirse? Y así con nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc. El hecho de experimentar la vida es algo extraordinario por ley de probabilidades. El hecho de ser un ser humano, todavía más. ¿Cuántos millones de especies vegetales hay? ¿Cuántas cabezas de ganado en el mundo? ¿Cuántos insectos? Y sin embargo tú y yo y él y aquel somos seres humanos. ¿Nos podemos hacer realmente una idea de lo excepcional que es eso? La suerte está echada y a ti, lector de este artículo y a mí escritora nos ha tocado el gordo de la lotería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario