
Alan Watts, no profesó “oficialmente” ninguna religión tras
colgar los hábitos como pastor anglicano. Es más fue sumamente iconoclasta en
la práctica de algunas tradiciones orientales de las que se declaraba adepto.
Por ejemplo, no meditaba ni se sentaba en zazen con regularidad, pese a lo cual
escribió y difundió el budismo y más concretamente el budismo zen con una
claridad, conocimiento y precisión que no tenían nada que envidiar a la de un
buen maestro.
Alan se opuso al modelo moderno de sociedad, un modelo
individualista, propiciatorio de la dispersión mental, convertido a la nueva
religión del dinero y sometido a la manipulación de los mass media. Se opuso
igualmente al modelo judeocristiano generador de miedo y culpa. Fue un adalid
de la contracultura. Conoció al maestro zen Suzuki y a Jung. Vivió en Japón, en
India, en Reino Unido y en Estados Unidos. Los últimos años los dedicó a la
difusión de las prácticas y filosofías orientales y recopiló un abundante
material audiovisual que es uno de sus legados más valiosos. Fue un gran
comunicador, una mente preclara, un lujo del occidente de mediados del siglo
XX. Murió en California en noviembre de 1973 mientras dormía. Nos queda su
legado literario y audiovisual.
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