
Para empezar, hay que poner
siempre en cuestión que los firmantes de estas publicaciones sean
verdaderamente quien dicen que son. Yo he llegado a ver un “persigue tus
sueños” (lo cual incluye una dosis más o menos importante de apego, dependiendo
de los casos, incluso de obsesión) firmado por Sidarta Gautama, o lo que es lo
mismo Budha. Veo bastante improbable que de la boca del Budha histórico haya
podido salir una insensatez semejante,
por lo menos dicha así, a lo bruto, fuera de contexto. Incluso, el “sueño” de
la iluminación (siempre es preferible llamarlo aspiración al despertar) no debe
perseguirse en sí mismo, como si fuera una meta a alcanzar, ya que desde el Budha
Dharma se parte de la base de que ya somos seres iluminados, lo que nos faltaría
es darnos cuenta.
Para seguir, el contenido de
estos mensajes tan simplistas no deja de ser sospechoso. Con lo difícil que es
conocerse a si mismo, reconocer los errores, detectar nuestras fortalezas y
recursos para relacionarnos con el mundo, darnos cuenta de nuestra dependencia
del resto de los elementos del Cosmos, reeducarnos para ser más ecuánimes y
serenos, más tolerantes con los errores ajenos, más empáticos y compasivos para
ponernos en la piel del otro, ¿cree alguien que con un simple “perdona, ama,
sonríele a la vida” se va a solucionar algo?. Este tipo de arengas desprenden
un tufillo a generador de culpa. ¿Qué pasa si no me encuentro en disposición de
amar, ni perdonar, ni sonreír a nada ni a nadie? ¿Soy malo? ¿No soy espiritual?
¿No me he subido a la cresta de la New Age?
No obstante, la mayoría,
llegan a conectar con un publico afín y amante de las frases lapidarias que
pretende ver resumidas en tres líneas siglos enteros de tradición espiritual,
horas de mitin de Martin Luther King, obras completas de Mario Benedetti.
Estas frases nos consuelan en nuestro deseo de aliviar el desasosiego, la
aflicción. Nos aferramos a ellas como a un talismán para sostener nuestro
propósito de salir de un pozo negro de profundo malestar. En el mundo actual,
en el que todo es para antes de ayer, en el que carecemos de paciencia
necesaria para disfrutar de nuestras acciones y para saborear sus frutos, esta
clase de tips funcionan como amuletos a los que nos agarramos como a un clavo
ardiendo porque la vida tiene que tener algún sentido y, porque sabemos en el
fondo, que contienen algún punto de verdad. El problema, es que se han comido
mucho contenido, que la transformación de uno mismo no se puede resumir en 15
palabras. Que hay muchas antes y después de esa arenga que nos aparece en una
publicación del muro del Facebook y hay que leerlas todas, porque si no, nos
quedamos con una información sesgada, con una orden sin sentido, con un
refranillo que nos podemos repetir como un mantra, pero que si no llevamos a la
práctica (en caso de que haya que hacerlo, que muchas veces es dudoso) no sirve
para nada más que para edulcorar el contenido de las redes sociales junto con
los lacitos, los bombones y los cachorros de gatito que saliendo de una cajita
rosa y para aumentar nuestra frustración porque, aunque estemos de acuerdo con
estas frasecillas, no nos sale lo que nos proponen. Para que nos salga, es
necesario un cambio de actitud, un trabajo interior y, muy probablemente, leer
el texto completo del que se ha extraído la dichosa frase.
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