Existe desde el principio de
los tiempos un legítimo interés por trascender nuestra vida ordinaria y
condicionada y cultivar nuestro aspecto humano más espiritual. En otros momentos
de la historia, los colectivos se identificaban con un mito y se agrupaban en
torno al sacerdote, maestro, chamán o gurú que les tocaba por pertenencia a una
determinada religión o cultura. En esta era, fundamentalmente laica y
globalizada, tenemos la maravillosa oportunidad de elegir una tradición
determinada y un transmisor o transmisora de la misma. Si bien la perversión de
los gurús puede ser un fenómeno universal en el tiempo y en el espacio, en la
era actual marcada por el capitalismo y el culto al dinero, surgen como setas
personas que, aprovechando la legítima necesidad espiritual de la gente, pueden
manipular, lucrarse, engordar su ego y saquear económica, física y psicológicamente
a los practicantes.

Siempre según mi experiencia
y criterio, me atrevo a dar ciertas pautas que pueden hacernos caer en la
cuenta de que algo va mal:
Personalización
de una determinada práctica en un gurú concreto. Si bien es natural que se aprecie, e
incluso admire a la persona que te está guiando en el camino, no es natural que
esa admiración sobrepase ciertos límites. Pregúntate siempre: Si faltara esta
persona ¿podría seguir mi práctica sin fisuras? ¿Buscaría otro gurú o me
quedaría paralizad@, huérfano, deprimido y abandonaría el camino? ¿Qué me trae
a este lugar, colectivo, etc: el gurú o la práctica?
Sublimación
del gurú. Si
se nos transmiten ideas de que el gurú el la reencarnación de un dios o un
personaje mítico. Si se le atribuyen poderes paranormales o bien, si nosotros
empezamos a ver a esta persona como un ser perfecto y “especial”, hemos perdido
nuestra objetividad y hay que ver está pasando realmente. La pregunta sería
¿cuál es mi motivación? ¿Qué carencias me mueven a aproximarme a esta persona?
Aumento
de las exigencias crematísticas a medida que se adquiere un nivel de compromiso mayor. Si al
profundizar en determinada práctica tienes que empezar a pagar cuotas que no
pagabas antes, te exigen una serie de condiciones que aumentan vertiginosamente
tu presupuesto dedicado a la práctica (vestuario, aumento de la frecuencia de
la participación en determinados eventos previo pago, material didáctico, etc)
pregúntate si lo que te piden está dentro de lo razonable o no. Mira a tu
alrededor, si hay personas a las que se excluye de este nivel por no poder
pagar, algo anda mal.
Sugerencias
o exigencias para que abandones tu entorno de origen. Primero se alaban las
cualidades de tus compañeros de práctica. Después se te hace ver la suerte que
has tenido de entrar en este grupo, colectivo, etc. Más tarde se establecen
comparaciones entre tus amigos practicantes y los que no lo son. Por último se
te incita de una forma primero tácita y luego, claramente explícita a que
abandones o te distancies de tus relaciones anteriores.
Consignas
orientadas a hacerte perder seguridad en ti mismo. Pueden ir desde el ¿dónde te van a
comprender mejor que aquí? A “estás muy mal pero vas por el buen camino y sólo
siguiendo mis instrucciones sanarás”. Estas consignas suelen surgir cuando
aparece en el practicante cierta oposición o necesidad de indagación sobre algunas
instrucciones que se le están dando y que no ve muy claras. Ante la posibilidad
de que el practicante cuestione aspectos de su relación con el gurú o de otros puntos
de la práctica, organización del grupo, etc, el gurú y su entorno reaccionan
desestabilizando al practicante para que dude de su buen criterio.
Descrédito
o silencio forzoso sobre todo aquel que abandone al gurú o al grupo. En todas las prácticas hay
gente que aparece y desaparece. Hace acto de presencia, ve que no es lo suyo y
se va. Pero si se observa que mucha gente practicante de años deja el grupo o
al gurú y, si en alguna ocasión se hace referencia a alguno de ellos, es para
hablar mal y justificar su marcha desacreditándolo, hay que dudar de la versión
del gurú u/o su entorno. Además, en estos casos, se suele imponer al grupo de practicante
que no se hable del tema generando una especie de omertá muy sospechosa.
Si
el gurú se comporta repetida y sistemáticamente de forma contradictoria con la
práctica que
enseña o los principios éticos que transmite. Suele justificarlo relativizando
sus actos. ¿Dónde está la frontera entre el bien y el mal? O alegando que ha
llegado a un estado muy evolucionado en el que ciertas cosas (como la
promiscuidad, la glotonería, el lujo, la pereza, la indolencia, etc) están
permitidas porque ya no le afectan negativamente.
Venta
de la tradición espiritual con consignas comerciales. Todas las prácticas
espirituales necesitan que el practicante ponga de su parte. Esto a veces es
tedioso, exige perseverancia y paciencia e, incluso, en ciertas fases, uno
puede caer en estados emocionales aflictivos, precisamente por la toma de
conciencia de cosas que nos hemos estado negando sistemáticamente y que nos
resulta difícil reconocer. Si te “venden” una tradición o práctica magnificando
los aspectos positivos, ocultando los negativos y garantizándote resultados
rápidos, lo que te están vendiendo es humo. Lo que se está haciendo en este
caso es prostituir una tradición o práctica determinadas en aras al aumento del
montante de caja.
Si
el gurú se comporta de forma discriminatoria ante el colectivo de practicantes favoreciendo a los que, por
algún motivo, pueden serle de utilidad y mostrándose indiferente e incluso,
desagradable con los que, aún siendo personas con un legítimo interés en la práctica,
no están en situación de ofrecer lo que
le es útil (dinero, tiempo, etc).
En definitiva, no se trata de
ser dar rienda suelta a la desconfianza, pero cuando se observen cosas que no concuerdan
con lo que buscamos, hay que ponerlas en cuestión. No hay que abandonar nunca el
sentido crítico porque todos somos humanos y el abuso, el mal uso y la
profanación de lo auténtico en favor de los propios intereses pueden darse en
cualquier parte. Sin personalizar, sin aferrarse al rechazo o al victimismo, hay
que oponerse y abandonar las falacias, las prácticas prostituidas al servicio
de intereses privados. Busca un compañero que te apoye en el camino, más que un santo o una divinidad a la que adorar.
Como dijo el Buda a su
discípulo Ananda, “sé tu propia antorcha”.
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