sábado, 9 de julio de 2016

Gurulandia: la dificultad de encontrar un buen guía

Existe desde el principio de los tiempos un legítimo interés por trascender nuestra vida ordinaria y condicionada y cultivar nuestro aspecto humano más espiritual. En otros momentos de la historia, los colectivos se identificaban con un mito y se agrupaban en torno al sacerdote, maestro, chamán o gurú que les tocaba por pertenencia a una determinada religión o cultura. En esta era, fundamentalmente laica y globalizada, tenemos la maravillosa oportunidad de elegir una tradición determinada y un transmisor o transmisora de la misma. Si bien la perversión de los gurús puede ser un fenómeno universal en el tiempo y en el espacio, en la era actual marcada por el capitalismo y el culto al dinero, surgen como setas personas que, aprovechando la legítima necesidad espiritual de la gente, pueden manipular, lucrarse, engordar su ego y saquear económica, física y psicológicamente a los practicantes. 

No importa lo formado que estés, no importa que tengas contacto con el mundo, que tengas un trabajo, familia o/y amigos. Puedes, con relativa facilidad, caer presa de desaprensivos que te esquilmarán económicamente, que te convencerán de que tus relaciones con los demás carecen de sentido, que intentarán anular tu sentido crítico y te terminarán absorbiendo hasta que te veas atrapado en sus redes. Para entonces, aunque surjan las primeras dudas, te resultará más cómodo seguir atrapado que dar marcha atrás, que retomar tus antiguos contactos o que ser tu propia antorcha.

Siempre según mi experiencia y criterio, me atrevo a dar ciertas pautas que pueden hacernos caer en la cuenta de que algo va mal:

Personalización de una determinada práctica en un gurú concreto. Si bien es natural que se aprecie, e incluso admire a la persona que te está guiando en el camino, no es natural que esa admiración sobrepase ciertos límites. Pregúntate siempre: Si faltara esta persona ¿podría seguir mi práctica sin fisuras? ¿Buscaría otro gurú o me quedaría paralizad@, huérfano, deprimido y abandonaría el camino? ¿Qué me trae a este lugar, colectivo, etc: el gurú o la práctica?

Sublimación del gurú. Si se nos transmiten ideas de que el gurú el la reencarnación de un dios o un personaje mítico. Si se le atribuyen poderes paranormales o bien, si nosotros empezamos a ver a esta persona como un ser perfecto y “especial”, hemos perdido nuestra objetividad y hay que ver está pasando realmente. La pregunta sería ¿cuál es mi motivación? ¿Qué carencias me mueven a aproximarme a esta persona?

Aumento de las exigencias crematísticas a medida que se adquiere un nivel de compromiso mayor. Si al profundizar en determinada práctica tienes que empezar a pagar cuotas que no pagabas antes, te exigen una serie de condiciones que aumentan vertiginosamente tu presupuesto dedicado a la práctica (vestuario, aumento de la frecuencia de la participación en determinados eventos previo pago, material didáctico, etc) pregúntate si lo que te piden está dentro de lo razonable o no. Mira a tu alrededor, si hay personas a las que se excluye de este nivel por no poder pagar, algo anda mal.

Sugerencias o exigencias para que abandones tu entorno de origen. Primero se alaban las cualidades de tus compañeros de práctica. Después se te hace ver la suerte que has tenido de entrar en este grupo, colectivo, etc. Más tarde se establecen comparaciones entre tus amigos practicantes y los que no lo son. Por último se te incita de una forma primero tácita y luego, claramente explícita a que abandones o te distancies de tus relaciones anteriores.

Consignas orientadas a hacerte perder seguridad en ti mismo. Pueden ir desde el ¿dónde te van a comprender mejor que aquí? A “estás muy mal pero vas por el buen camino y sólo siguiendo mis instrucciones sanarás”. Estas consignas suelen surgir cuando aparece en el practicante cierta oposición o necesidad de indagación sobre algunas instrucciones que se le están dando y que no ve muy claras. Ante la posibilidad de que el practicante cuestione aspectos de su relación con el gurú o de otros puntos de la práctica, organización del grupo, etc, el gurú y su entorno reaccionan desestabilizando al practicante para que dude de su buen criterio.

Descrédito o silencio forzoso sobre todo aquel que abandone al gurú o al grupo. En todas las prácticas hay gente que aparece y desaparece. Hace acto de presencia, ve que no es lo suyo y se va. Pero si se observa que mucha gente practicante de años deja el grupo o al gurú y, si en alguna ocasión se hace referencia a alguno de ellos, es para hablar mal y justificar su marcha desacreditándolo, hay que dudar de la versión del gurú u/o su entorno. Además, en estos casos, se suele imponer al grupo de practicante que no se hable del tema generando una especie de omertá muy sospechosa.

Si el gurú se comporta repetida y sistemáticamente de forma contradictoria con la práctica que enseña o los principios éticos que transmite. Suele justificarlo relativizando sus actos. ¿Dónde está la frontera entre el bien y el mal? O alegando que ha llegado a un estado muy evolucionado en el que ciertas cosas (como la promiscuidad, la glotonería, el lujo, la pereza, la indolencia, etc) están permitidas porque ya no le afectan negativamente.

Venta de la tradición espiritual con consignas comerciales. Todas las prácticas espirituales necesitan que el practicante ponga de su parte. Esto a veces es tedioso, exige perseverancia y paciencia e, incluso, en ciertas fases, uno puede caer en estados emocionales aflictivos, precisamente por la toma de conciencia de cosas que nos hemos estado negando sistemáticamente y que nos resulta difícil reconocer. Si te “venden” una tradición o práctica magnificando los aspectos positivos, ocultando los negativos y garantizándote resultados rápidos, lo que te están vendiendo es humo. Lo que se está haciendo en este caso es prostituir una tradición o práctica determinadas en aras al aumento del montante de caja. 

Si el gurú se comporta de forma discriminatoria ante el colectivo de practicantes favoreciendo a los que, por algún motivo, pueden serle de utilidad y mostrándose indiferente e incluso, desagradable con los que, aún siendo personas con un legítimo interés en la práctica,  no están en situación de ofrecer lo que le es útil (dinero, tiempo, etc).

En definitiva, no se trata de ser dar rienda suelta a la desconfianza, pero cuando se observen cosas que no concuerdan con lo que buscamos, hay que ponerlas en cuestión. No hay que abandonar nunca el sentido crítico porque todos somos humanos y el abuso, el mal uso y la profanación de lo auténtico en favor de los propios intereses pueden darse en cualquier parte. Sin personalizar, sin aferrarse al rechazo o al victimismo, hay que oponerse y abandonar las falacias, las prácticas prostituidas al servicio de intereses privados. Busca un compañero que te apoye en el camino, más que un santo o una divinidad a la que adorar.

Como dijo el Buda a su discípulo Ananda, “sé tu propia antorcha”.



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