jueves, 14 de julio de 2016

Prácticas informales de mindfulness en verano

Para muchos de nosotros el verano es un momento de esparcimiento. Ahora nos toca estar en verano a los que vivimos en el Hemisferio Norte.  Los que trabajan o estudian suelen disfrutar de un período vacacional. El tiempo acompaña a una mayor exposición al aire libre. Con frecuencia realizamos actividades distintas, nadamos, nos acercamos a la montaña, comemos con familiares y amigos que no vemos durante el resto del año, disfrutamos de los niños…
Este es un momento ideal para reforzar las prácticas informales de mindfulness. Estos son algunos ejemplos.

En el mar

¿Recuerdas la primera vez que fuiste a la playa? Quizás eras muy pequeñ@. Hay un montón de sensaciones relacionadas con el tacto: la brisa del mar en la piel, notar como el sol va calentando tu cuerpo, el contraste de temperatura entre la arena y el aire. Te propongo un ejercicio. Al meterte en el agua, para un momento siente el contraste de temperatura, las caricias del oleaje en tus pies, la brisa marina colándose entre tus pantorrillas, la luz del sol calentando el resto de tu cuerpo. Al ir avanzando mar adentro focaliza tu atención en las sensaciones del cuerpo, no te resistas, no te apegues, vívelas como si fuera la primera vez.

Preparando la comida

En estos días se tiene más tiempo para elaborar los alimentos. Elígelos bien, que te nutran a ti y a quien esté contigo. Prepara la comida justa para que todo el mundo se quede satisfecho pero para que no sobre en exceso. Al empezar a preparar la comida, párate un momento, empieza a partir los ingredientes poniendo atención en el aroma que desprenden, en su textura, en el sonido que surge cuando se parten. Cuando estés cocinándolos focaliza tu atención en el calor que desprende el recipiente, en el olor de la comida cocinada, en el cambio de textura y color del alimento.

Comiendo

El no tener una hora fija de terminar de comer es una gran ventaja para aplicar la atención plena. Cuando vayas a comer, para un momento, siente el aroma de lo que te vas a llevar a la boca. Aunque sea un plato conocido para ti, míralo, contempla su aspecto, su aroma, su textura. Al ingerirlo intenta saborearlo como si fuera la primera vez que lo comes. Mantenlo en la boca el tiempo suficiente para desgranar los ingredientes y saborearlo. No se trata de analizar intelectualmente o etiquetar, se trata de sentir. Finalmente cuando lo tragues lleva tu atención a los órganos digestivos. Nota como la comida pasa por la garganta y el esófago hasta llegar al estómago dónde se va a quedar un buen rato. Observa cómo ha recibido el estómago este alimento. Para terminar, intenta desarrollar un sentimiento de gratitud hacia todo aquel que haya hecho posible que esta comida llegue a tu organismo y pueda nutrirte. Si no puedes generar este sentimiento, al menos, manifiesta la intención.

Disfrutando al aire libre

Dando un paseo por la playa, la montaña, haciendo senderismo, pasando la mañana o la tarde en la orilla de un río, visitando una ciudad, lleva tu atención a las sensaciones físicas y emocionales que te produce ese contacto con la naturaleza, con el arte, con un nuevo ambiente. Intenta no entrar en valoraciones “me gusta”, “no me gusta”. Observa todo tipo de sensaciones, ahora que no tienes obligaciones que cumplir, que estás relajad@, sensaciones corporales (brisa, temperatura, tono muscular, calor, fresco, el sudor en tu piel), emocionales (contento interior, éxtasis, incomodidad, relajación, despreocupación, alegría, diversión) y mentales (qué pensamientos me distraen de disfrutar de este momento; ¿me he traído el trabajo de vacaciones?; tengo que hacer tal o cual cosa…). Como en las ocasiones anteriores no se trata de analizar, especialmente en el caso de los pensamientos. Simplemente los observamos, tomamos nota de si siguen un mismo patrón (trabajo, niños, mis padres, etc) y los dejamos pasar.


Aplicar la atención plena a nuestros actos cotidianos, en especial en vacaciones, ayuda tomar distancia de nuestros impulsos y a no abusar de los elementos que tenemos a nuestra disposición (comida, sol, bebida, etc). Es un buen momento para entrenar el “darse cuenta”, para vivir más relajados y despiertos.

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