El Zen se introdujo en Japón, proveniente de China, durante el
período Kamakura (1185-1333 d. C.) . Los albores del budismo en el país nipón datan
del siglo VI de nuestra era. La llegada del Zen, pues, no supuso la introducción
de una nueva religión sino una mirada diferente de la misma. Imbuido del
espíritu del Tao, el Chan chino ofrecía una vía de simplicidad desprovista del
aspecto ritual y dogmático en el que habían degenerado las tradiciones budistas
existentes en Japón con anterioridad al período Kamakura. El pueblo laico
japonés acogió con interés la nueva propuesta que no exigía la comprensión ni
la práctica de complicados ritos ocultos. La sociedad en su conjunto, de algún
modo, adaptó esta corriente innovadora dentro del budismo a su idiosincrasia y
rol social. De esta forma se desarrollaron dos vías principales: Budo,
practicado por los samurais, con o sin señor, que eran especialmente
conscientes de la muerte y la impermanencia de las cosas; y el Gedo,
literalmente vía del arte o de la artesanía, que aplicaba en cada acto
cotidiano la práctica de la atención plena.
En el Gedo, no se busca la perfección, aunque ese sea con
frecuencia el resultado, se busca, se aplica, el amor. El amor en cada acto
cotidiano, en servir el té, en hacer un centro de flores, en cortar los
alimentos, en confeccionar una esterilla. Cuando se sirve la comida, se está
plenamente presente en ese acto, plenamente entregado al hecho de poner la
comida en un plato, cuidando cada grano de arroz, cada trozo de alimento,
porque se trata de un momento precioso, de un momento único e irrepetible. De
esa manera, los actos cotidianos se convierten en arte y el arte proviene del
amor. En la ejecución de cada acto se llega a la fusión del actor, del acto en
sí y del objeto sobre el que se actúa. El Gedo ha derivado en multitud de artes
menores únicas en Japón: origami, ikebana, shodo (caligrafía), ceremonia del
té, etc. El Gedo impregnó a toda la sociedad japonesa y, de alguna manera, se
produjo un intercambio de flujos del Zen a la sociedad y de la originalidad
nipona al budismo Zen.
Hoy en día Japón sigue impregnado de Gedo, sigue impregnado
de aprecio, respeto y amor por las cosas simples, por la sencillez o, como decía
el maestro zen Dogen “por la realización de nuestras propias imperfecciones”.