Para muchos de nosotros el
verano es un momento de esparcimiento. Ahora nos toca estar en verano a los que
vivimos en el Hemisferio Norte. Los que
trabajan o estudian suelen disfrutar de un período vacacional. El tiempo
acompaña a una mayor exposición al aire libre. Con frecuencia realizamos
actividades distintas, nadamos, nos acercamos a la montaña, comemos con
familiares y amigos que no vemos durante el resto del año, disfrutamos de los
niños…
Este es un momento ideal para
reforzar las prácticas informales de mindfulness. Estos son algunos ejemplos.
En
el mar
¿Recuerdas la primera vez que
fuiste a la playa? Quizás eras muy pequeñ@. Hay un montón de sensaciones
relacionadas con el tacto: la brisa del mar en la piel, notar como el sol va
calentando tu cuerpo, el contraste de temperatura entre la arena y el aire. Te
propongo un ejercicio. Al meterte en el agua, para un momento siente el
contraste de temperatura, las caricias del oleaje en tus pies, la brisa marina
colándose entre tus pantorrillas, la luz del sol calentando el resto de tu
cuerpo. Al ir avanzando mar adentro focaliza tu atención en las sensaciones del
cuerpo, no te resistas, no te apegues, vívelas como si fuera la primera vez.
Preparando
la comida
En estos días se tiene más
tiempo para elaborar los alimentos. Elígelos bien, que te nutran a ti y a quien
esté contigo. Prepara la comida justa para que todo el mundo se quede
satisfecho pero para que no sobre en exceso. Al empezar a preparar la comida,
párate un momento, empieza a partir los ingredientes poniendo atención en el
aroma que desprenden, en su textura, en el sonido que surge cuando se parten.
Cuando estés cocinándolos focaliza tu atención en el calor que desprende el
recipiente, en el olor de la comida cocinada, en el cambio de textura y color
del alimento.
Comiendo
El no tener una hora fija de
terminar de comer es una gran ventaja para aplicar la atención plena. Cuando
vayas a comer, para un momento, siente el aroma de lo que te vas a llevar a la
boca. Aunque sea un plato conocido para ti, míralo, contempla su aspecto, su
aroma, su textura. Al ingerirlo intenta saborearlo como si fuera la primera vez
que lo comes. Mantenlo en la boca el tiempo suficiente para desgranar los
ingredientes y saborearlo. No se trata de analizar intelectualmente o
etiquetar, se trata de sentir. Finalmente cuando lo tragues lleva tu atención a
los órganos digestivos. Nota como la comida pasa por la garganta y el esófago
hasta llegar al estómago dónde se va a quedar un buen rato. Observa cómo ha
recibido el estómago este alimento. Para terminar, intenta desarrollar un
sentimiento de gratitud hacia todo aquel que haya hecho posible que esta comida
llegue a tu organismo y pueda nutrirte. Si no puedes generar este sentimiento,
al menos, manifiesta la intención.
Disfrutando
al aire libre
Dando un paseo por la playa,
la montaña, haciendo senderismo, pasando la mañana o la tarde en la orilla de
un río, visitando una ciudad, lleva tu atención a las sensaciones físicas y
emocionales que te produce ese contacto con la naturaleza, con el arte, con un
nuevo ambiente. Intenta no entrar en valoraciones “me gusta”, “no me gusta”.
Observa todo tipo de sensaciones, ahora que no tienes obligaciones que cumplir,
que estás relajad@, sensaciones corporales (brisa, temperatura, tono muscular,
calor, fresco, el sudor en tu piel), emocionales (contento interior, éxtasis,
incomodidad, relajación, despreocupación, alegría, diversión) y mentales (qué
pensamientos me distraen de disfrutar de este momento; ¿me he traído el trabajo
de vacaciones?; tengo que hacer tal o cual cosa…). Como en las ocasiones
anteriores no se trata de analizar, especialmente en el caso de los
pensamientos. Simplemente los observamos, tomamos nota de si siguen un mismo
patrón (trabajo, niños, mis padres, etc) y los dejamos pasar.
Aplicar la atención plena a
nuestros actos cotidianos, en especial en vacaciones, ayuda tomar distancia de
nuestros impulsos y a no abusar de los elementos que tenemos a nuestra
disposición (comida, sol, bebida, etc). Es un buen momento para entrenar el
“darse cuenta”, para vivir más relajados y despiertos.